jueves, 1 de marzo de 2012

TEMA 9: SUBLEVACIÓN MILITAR Y GUERRA CIVIL (1936-1939)

Introducción.
La bipolarización de la vida política española a lo largo del bienio radical-cedista se intensifica a partir del triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. El centro desaparece y parece que la iniciativa política la toman los partidos de extrema izquierda y extrema derecha. El ideal máximo de los primeros es establecer una república de tipo soviético, mientras que para los segundos, su objetivo es crear un gobierno de corte fascista. En ese juego el parlamentarismo y la democracia representado por la República estaba cuestionado.
La conspiración militar triunfa en media España el 18 de julio de 1936, y al no triunfar en la otra media se inicia una cruenta guerra civil que dejará profunda huella en la vida española.
Por último, subrayar que la radicalización de la vida política también se está produciendo en Europa, y que la Guerra Civil Española no es más que el primer episodio del enfrentamiento que llevará a la II Guerra Mundial.

1.      Causas de la guerra.
Se pueden distinguir dos tipos de causas, unas internas, relacionadas con los problemas latentes no resueltos durante la II República, y otras externas, relacionadas con el contexto internacional europeo de la década de los años 30.
a)      Causas internas.
-          El problema más importante fue el problema social: las enormes diferencias entre trabajadores y propietarios. Los odios eran profundos y la lucha de clases se había radicalizado, debido a las esperanzas de los trabajadores en las reformas de la II República y a la resistencia de los patronos, sobre todo en el campo. El tema agrario fue clave.
-          El problema regional se produce por la oposición de la derecha y del ejército a los nacionalismos periféricos. La concesión del Estatuto a Cataluña (1932), y la tramitación de los estatutos vascos y gallegos en 1936, se interpretó por los sectores citados como la división y la desmembración de España, algo inaceptable desde su punto de vista.
-          La cuestión religiosa contribuyó a dividir a la población española y al alineamiento en uno u otro bando. Por un lado estaban los defensores de que todo siguiera como antes, manteniendo el poder predominante de la iglesia en la sociedad; y por otro los que se oponían a ello, defendiendo un anticlericalismo radical, la separación Iglesia-Estado, la enseñanza laica, etc., en una sociedad mayoritariamente católica. El enfrentamiento entre ambas posturas, la legislación republicana en este sentido y la falta de diálogo agudizó el problema.
-          También influyó el intento de querer resolver los problemas por la fuerza, y no democráticamente: tanto la izquierda, con un movimiento obrero que deseaba alcanzar una revolución social y el poder como fuera; como la derecha, que temía una revolución marxista y estaba acostumbrada a solucionar los conflictos con los militares. Faltó paciencia, diálogo y voluntad.
En definitiva, la guerra fue el resultado del enfrentamiento entre las dos Españas: por un lado, los viejos grupos oligárquicos, que se oponían al cambio y que contaron con gran parte del ejército, de tradición golpista; por otro, la burguesía media y el movimiento obrero, que pedían la redistribución del poder mediante la aplicación de un sistema democrático con partidos políticos, autonomías, estado laico y constitución.
b)      Causas externas.
La crisis de las democracias y el auge de los movimientos totalitarios influyeron asimismo en el origen y desarrollo de la Guerra Civil, pues propició el apoyo de los fascistas a la derecha española y de la URSS a los republicanos.
Conviene recordar que en los años treinta Hitler en Alemania, con el modelo nazi, y Mussolini en Italia, con el modelo fascista, se habían aupado al poder. El avance del fascismo tiene consecuencias inmediatas en la derecha española, que se va a decantar mayoritariamente por el uso de la fuerza y por el desprecio a la democracia como sistema político, y que se manifiesta en la fundación de Falange Española y otros grupos fascistas (como las JAP, Juventudes de Acción Popular, o las JONS, Juntas de Ofensiva Nacional Socialista).
También hay que señalar el cambio de política de la URSS y la Internacional Comunista, que se tradujo en una alianza con la izquierda burguesa para la creación de frentes populares frente al fascismo. Como contrapeso a los anteriores, los partidos del movimiento obrero organizan milicias comunistas y socialistas (como la JSU, Juventudes Socialista Unificadas, etc).

2.      La sublevación militar: la división de España en dos zonas.
La conspiración militar se inició como consecuencia de la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Sin embargo, antes se habían producido otros intentos, como la Sanjurjada de 1932 y los movimientos de los generales Goded, Fanjul y Franco entre diciembre de 1935 y febrero de 1936.
En la conspiración también hubo colaboradores civiles (monárquicos, alfonsinos y carlistas, fascistas, etc). Sin embargo, el golpe de Estado de julio de 1936 fue organizado, liderado y planeado exclusivamente por una serie de militares descontentos. El jefe de la operación fue el general Emilio Mola, que estaba en Pamplona. El general Sanjurjo era la persona designada por los conspiradores para presidir el Directorio militar que se debía crear tras el golpe, sin embargo falleció en los primeros días de la sublevación en un accidente aéreo cuando se dirigía a Pamplona desde Portugal, donde estaba exiliado. El general Franco se incorporó a la conspiración en el último momento.
Mola pretendía instaurar un modelo de gobierno idéntico al de la dictadura de Primo de Rivera, creando un Directorio Militar, suprimir la Constitución de 1931, derogar la mayor parte del ordenamiento jurídico de la II República, disolver las Cortes, etc. En la proclama del general Mola, planteaba que no se cambiaría el régimen republicano y que se adoptarían todas las medidas “necesarias para crear un Estado fuerte y disciplinado”. Además, los sublevados preveían un golpe de Estado breve y que durase horas o días,  pero no una guerra civil de años.
El gobierno de la II República, presidido por Casares Quiroga, temió armar a las organizaciones obreras y no adoptó las medidas adecuadas para prevenir el conflicto que se estaba preparando. La Guerra Civil fue la consecuencia de un golpe militar mal ejecutado y de un gobierno débil para poder atajarlo.
En este ambiente prebélico, el 12 de julio de 1936 se produjo el asesinato de José Castillo, socialista y teniente de la Guardia de Asalto. Al día siguiente, sus compañeros policías acudieron al domicilio de José Calvo Sotelo, el parlamentario más famoso de la extrema derecha, y lo asesinaron. El doble crimen impactó sobremanera en la opinión pública y sirvió a los conspiradores como argumento para justificar una sublevación militar.
La sublevación comenzó la tarde del 17 de julio de 1936 en Marruecos, donde se encontraban las mejores tropas del ejército español. Estaba formado por cerca de 50.000 hombres: los legionarios, dirigidos por el general Yagüe, y las tropas indígenas. Franco, tras controlar la situación en Canarias, se trasladó a Marruecos y se puso al frente de la rebelión. Entre el 18 y 19 de julio se incorporaron a ella Sevilla (al mando del general Queipo de Llano) y Cádiz (zona imprescindible para el desembarco de las tropas de África), así como Córdoba, Granada, Navarra, la mayor parte de Castilla y León, las tres capitales de Aragón, Galicia, Oviedo y Baleares (excepto Menorca). La zona leal al gobierno quedó dividida en dos: la cornisa cantábrica y el País Vasco (excepto Álava), por un lado, y Madrid, Cataluña, Valencia, Castilla-La Mancha, Málaga, Jaén, Almería y Murcia, por otro.

3.      Bandos enfrentados: fuerzas militares y recursos.
Del lado de la República habían quedado la mayor parte de las zonas mineras e industriales, con mayor población que alimentar. En la España rebelde o nacional la población y la industria eran menores, pero los recursos agrícolas, especialmente cereales, eran mayores.
Los recursos financieros quedaron en manos de la República: el oro depositado en el Banco de España en Madrid era de unas 635 toneladas (equivalente a unos 715 millones de dólares de entonces). Servirá para financiar la compra de armamento, especialmente de la URSS. Sin él, indudablemente, la duración de la guerra hubiese sido menor.
En cuanto a las tropas no hay cifras exactas. De los 18 generales de división sólo cuatro se sublevaron (Cabanellas, Goded, Queipo de Llano y Franco). Aproximadamente quedaron con la República el 66 % de la aviación, un 65 % de los efectivos de la marina, el 47 % del ejército de tierra, el 51 % de la Guardia Civil y el 70 % de la Guardia de Asalto. Fieles a la República quedarían unos 116.000 hombres y del lado rebelde 140.000, de los que casi 50.000 pertenecían al disciplinado y profesional ejército de Marruecos (Legión y Regulares), mandados por Franco. Significativo es que de los 16.000 oficiales que había en activo con la República sólo quedarían unos 3.500, lo que va a restar efectividad a su ejército al tener que improvisar y nombrar nuevos oficiales en pocos meses. Surgirán espontáneos jefes de milicias que, sin demasiada experiencia militar, serán nombrados generales (Líster, Modesto) y mandarán miles de hombres (Durruti, Mera).
El ejército de la República tuvo clara desventaja pues el gobierno, para intentar cortar la sublevación, ordenó a los soldados que no obedeciesen a sus jefes; la orden no fue acatada en la zona rebelde y sí en la republicana donde los soldados abandonaron los cuarteles y se marcharon a sus casas. La República tuvo que improvisar un nuevo ejército haciendo volver a los desertores e incluir en él a las milicias populares, encuadradas en batallones de partidos políticos, como el socialista “Largo Caballero”, o sindicales como el de “Artes Gráficas”, o la “Ferroviaria”. Carecían de disciplina y experiencia militar. La efectividad de un ejército así era muy dudosa si lo comparamos con la gran disciplina del ejército rebelde. Además, al bando rebelde se sumaron unos 200.000 falangistas y unos 63.000 carlistas, ambos bien armados y disciplinados.
En cuanto a la población civil de cada zona puede decirse, sin generalizar, que las clases altas (aristocracia terrateniente, banqueros, alta burguesía) y el campesinado medio apoyaron el levantamiento; las clases trabajadoras del campo y la ciudad fueron el soporte y la defensa de la República. Una buena mayoría silenciosa y apolítica de la población tuvo que ocultar su ideología, si en su pueblo o ciudad había triunfado el bando rival.
Los gobiernos autónomos del País Vasco y Cataluña, pese a tener una clase política de clara ascendencia burguesa, apoyaron sin reservas a la República, pues sabían que uno de los objetivos de los rebeldes era eliminar los estatutos de autonomía. En Madrid el gobierno estaba presidido por el socialista Largo Caballero, tras la dimisión de Casares Quiroga, siendo Presidente de la República Manuel Azaña.

4.      La internacionalización de la Guerra Civil Española.
a)      El Comité de No Intervención.
Sin la masiva ayuda extranjera, la guerra de España no hubiese durado más de medio año por la escasez de material militar y de repuestos en los dos bandos. Francia y Gran Bretaña, Estados democráticos, crearon un Comité de No Intervención del que formaban parte 30 países que se comprometían, en teoría, a no ayudar a ninguno de los dos bandos. Las marinas británica, francesa, alemana e italiana controlarían que no entrase material de guerra en España. Francia y Portugal cerrarían sus fronteras terrestres. Todo fue mera teoría y papel mojado.
b)      La ayuda extranjera a la España republicana.
La República recibió inmediata ayuda de material militar de la URSS y en menor cantidad de Francia y México. Por este apoyo soviético, la España republicana quedaba vinculada al comunismo según la opinión pública internacional, y se le empezó a tachar de "República roja y marxista". La ayuda soviética tuvo que ser pagada con el oro del Banco de España, el llamado “oro de Moscú” (510 toneladas con un valor de 530 millones de dólares).
La ayuda humana le llegó a través de las Brigadas Internacionales: unos 60.000 hombres de 30 países que vinieron bajo el lema “España será la tumba del fascismo”. Su base de entrenamiento fue Albacete. Fueron distribuidos en seis Brigadas que estaban formadas por batallones que solían agrupar a los soldados de cada país (Telemann a los alemanes, Lincoln a los norteamericanos, Garibaldi a los italianos, etc). Su intervención ayudó a detener al ejército rebelde a las puertas de Madrid en el otoño de 1936. Fueron retirados de España a finales de 1938, tras la muerte de más de 18.000 de ellos.
c)      La ayuda extranjera a la España rebelde.
El bando sublevado recibió ayuda de Italia y Alemania de forma masiva, que sería pagada en materias primas, especialmente en minerales. A Alemania se le dio la concesión de yacimientos de minerales estratégicos (hierro, cobre, plomo, mercurio, wolframio, etc.).
            Alemania envió la Legión Cóndor, unos 6.000 militares, aviadores en su mayoría. Italia mandó 40.000 soldados del Corpo di Truppe Volontarie. La dictadura portuguesa proporcionó unos millares de combatientes y permitió que las dos zonas rebeldes entraran en contacto a través de Portugal. Irlanda envió la llamada Legión de San Patricio. Estados Unidos se declaró neutral, sin embargo, al igual que en Gran Bretaña, numerosas personalidades, compañías y banqueros prestarían ayuda a los sublevados.

5.      Desarrollo y etapas de la Guerra Civil Española.
5. 1. De los inicios a la primavera de 1937 (18 de julio de 1936 a marzo de 1937).
a) La guerra de columnas (18 de julio de 1936-7 de noviembre de 1936).
En los primeros meses, la guerra es claramente desfavorable para la República. Navarra y Sevilla son los centros de mando de Mola y Franco. No había un mando unificado, puesto que la muerte de Sanjurjo en accidente aéreo privaba a la rebelión de su jefe reconocido. El objetivo esencial para los rebeldes era Madrid, pero también se enviaron fuerzas contra objetivos complementarios.
Desde Pamplona parten tropas hacia Somosierra, Guipúzcoa y Zaragoza. Sin embargo, el movimiento de Mola sobre Madrid queda detenido en los pasos de la Sierra por las milicias republicanas.
Pero lo absolutamente decisivo para la marcha de la guerra es el paso del Ejército de África a la Península por el Estrecho de Gibraltar, gracias a la ayuda de Alemania e Italia. A partir del 5 de agosto el transporte por mar de esas tropas se consolida. En la zona sur, el éxito del ejército de Marruecos, con la Legión y las tropas indígenas, es fulminante. Con centro en Sevilla, los sublevados amplían y consolidan su dominio de la Andalucía del Guadalquivir y establecen conexión con los sublevados de Granada.
Se dirigirán entonces los sublevados hacia el norte por Extremadura, ocupando hasta mediados de agosto Mérida y Badajoz (donde la represión fue brutal), y penetrarán después en la provincia de Toledo, ocupando Talavera de la Reina. Entonces Franco se inclina por acudir en socorro de los sitiados en el Alcázar de Toledo.
El 9 de septiembre se efectúa, a través de la Sierra de Gredos, el enlace entre las fuerzas sublevadas del Norte y del Sur. El territorio y el Ejército rebelde quedan unificados en un solo bloque.
Tras la muerte de Mola en accidente aéreo, el 1 de octubre Franco se convierte en Jefe del Gobierno del Estado. A primeros de octubre, los combates alcanzan la provincia de Madrid. A la altura del 6 de noviembre, los sublevados se encontraban en los arrabales de Madrid.
Desde Navarra se efectúa el ataque a Guipúzcoa, donde cae Irún el 5 de septiembre y San Sebastián el 13, quedando el frente establecido ante Vizcaya, sobre el río Deva, en octubre. En Asturias, por fin, los republicanos no pueden superar la resistencia de Oviedo y la columna enviada en su socorro desde Galicia consigue levantar el cerco.
b)      La batalla de Madrid (7 de noviembre de 1936-marzo de 1937).
La batalla por Madrid comenzó el 7 de noviembre. Un día antes el gobierno de la República se había trasladado a Valencia. En la defensa de Madrid jugaron un papel importante la ayuda extranjera; el esfuerzo de los milicianos; la propaganda, que funcionó muy eficazmente (bajo el lema “¡No pasarán!”) para mantener la moral; y la Junta de Defensa de Madrid creada el mismo día 7, presidida por el general Miaja, que canalizó el esfuerzo de guerra.
Los atacantes llegaron a cruzar el Manzanares y ocupar parte de la Ciudad Universitaria, pero ahí fueron detenidos. Franco intentó entonces maniobras envolventes para el aislamiento de la capital. Por el Jarama para cortar la carretera de Valencia, a partir del 6 de febrero. Fracasado este objetivo, se monta la operación en la zona de Guadalajara, desde donde parte la ofensiva el 8 de marzo con un fulminante avance del cuerpo expedicionario italiano. Detenido éste, los republicanos lanzan una contraofensiva que hace fracasar la operación, aunque el frente no es repuesto en su posición original. El descalabro italiano era una victoria moral para los republicanos.  En otros frentes, sin embargo, el éxito no fue parejo, ya que el 8 de febrero se había perdido Málaga.

5.2. La etapa decisiva de la Guerra (Abril-mayo de 1937 a noviembre de 1938).
a) La caída de la franja cantábrica (abril-octubre de 1937).
Al final de marzo empieza el ataque a Vizcaya con un ejército en el que juegan gran papel los requetés carlistas, artillería y aviación alemana y tropas italianas. El 26 de abril sucede el célebre hecho del bombardeo de Guernica por la aviación alemana. El 19 de junio es tomada Bilbao. Santander es ocupada en agosto y Asturias, tras duros combates, en octubre.
Para contribuir a la disminución de la presión rebelde en el Norte, la República emprende ofensivas en otros frentes. Este sentido tiene la operación sobre Brunete, en julio de 1937, y en Aragón, en agosto. En este último frente, las milicias catalanas, compuestas fundamentalmente de anarcosindicalistas, con jefes como Durruti y Ascaso, habían llegado cerca de Zaragoza y sitiado Huesca. Ahora se desencadenaría un fuerte ataque a la altura de Belchite, donde se formaliza una gran batalla sin un resultado final que introduzca variaciones esenciales.
b)      La guerra en la primera mitad de 1938.
El Ejército republicano tiene ahora a su frente a un gran técnico, Vicente Rojo. La primera operación será la batalla de Teruel, que comienza el 15 de diciembre, tomando los republicanos la ciudad el 7 de enero de 1938.
La guerra se va a fijar entonces en el frente aragonés-levantino durante muchos meses. Franco ejecuta una gran ofensiva en el bajo Aragón. El 22 de febrero reconquista Teruel. En marzo, la lucha se traslada a la zona sur del Ebro y Franco logra desbaratar completamente el frente de Aragón, ocupando la vertiente sur del Ebro, el Maestrazgo y alcanzando el mar en Vinaroz, el 15 de abril.
Al norte del Ebro se alcanzará Lérida, dejando el frente establecido sobre la línea del Noguera-Segre. El territorio republicano quedaba de nuevo partido, dejando a Cataluña aislada. Entonces, Franco orienta su ofensiva en la región levantina hacia el Sur, con la intención de llegar hasta Valencia. Los combates se suceden entre abril y julio de 1938.
c)      La batalla del Ebro (26 de julio de 1938-15 de noviembre de 1938).
La última gran batalla de la guerra comienza la noche del 25 al 26 de julio de 1938 con el paso del Ebro por un ejército republicano bien preparado, entre Mequinenza y Cherta. El avance republicano tierra adentro en la margen derecha del río sigue hasta el día 30, pero entonces se detiene con resultados mediocres.
En cualquier caso, la gravedad de la situación hace que Franco acumule refuerzos en la zona y se lance a la contraofensiva desde el 10 de agosto. Las batallas más duras se producen en septiembre y los franquistas van reduciendo la bolsa sobre el río. La lenta recuperación de territorio continúa en octubre y la definitiva contraofensiva comienza el día 28, el mismo en que las Brigadas Internacionales se despedían de España en Barcelona. El día 15 de noviembre, las últimas fuerzas republicanas se repliegan a través del Ebro.

5.3. La última etapa de la Guerra (15 de noviembre de 1938-28 de marzo de 1939).
El 23 de diciembre de 1938 inició Franco su ofensiva final en Cataluña. Ocupadas Lérida y Tarragona, Barcelona fue bombardeada de nuevo a mediados de enero, y el día 26 cayó sin lucha.
La única posibilidad de resistencia de la República se encontraba ahora en la extensa zona Centro-Este-Sureste. Negrín, presidente del gobierno, y los comunistas consideraban que había que prolongar la guerra española hasta que estallase la previsible guerra europea. Se extendió la lucha entre los partidarios de continuar la guerra y los que querían pactar con Franco una paz humanitaria. Pero éste promulgó en el territorio sublevado la Ley de Responsabilidades Políticas. En la región Centro ya no se combatió. El coronel Casado daba un golpe de Estado el 5 de marzo y creaba un Consejo de Defensa en Madrid, compuesto por socialistas, anarquistas y algún republicano. Pero estos hombres cometían la ingenuidad de pensar que Franco podía pactar con ellos. No sucedió así, y las tropas de Franco entraron en Madrid el 28 de marzo. En los días siguientes, el ejército franquista fue conquistando todo el resto del territorio fiel a la República. El 1 de abril el cuartel general de Franco daba por concluida la guerra.

6.      Las consecuencias de la guerra.
-          Consecuencias demográficas.
La guerra supuso una verdadera sangría demográfica, difícil de evaluar con exactitud aunque según varios autores se acerca al millón de personas. Los estudios más rigurosos elevan las muertes en los frentes a unas 160.000. La represión en los dos bandos se cobró al menos 135.000 víctimas, a las que habría que sumar entre 35.000 y 50.000 más, ejecutadas desde 1939 a 1945. Por otro lado, más de medio millón de personas partió para el exilio. Se marcharon bastantes de los mejores intelectuales y científicos del país, con lo que el panorama cultural quedó muy empobrecido. Directamente afectados se vieron también los 400.000 españoles heridos en las operaciones militares y los 300.000 prisioneros de guerra que hubo en las cárceles franquistas hasta 1945.

-          Consecuencias económicas.
En el terreno económico, la Guerra Civil tuvo también efectos desastrosos:
   España perdió más de medio millón de hombres y mujeres laboralmente activos.
   Se destruyeron total o parcialmente unas quinientas mil viviendas.
   Quedaron inservibles gran parte de las infraestructuras ferroviarias, de carreteras y la marina mercante.
   Dos terceras partes de la ganadería desaparecieron. La agricultura y la industria redujeron su producción en torno al 25%.
   En cuanto a la Hacienda, gran parte del oro del Banco de España se había utilizado para pagar la ayuda que la URSS había enviado a la República, mientras que el gobierno de Franco se había endeudado con Alemania e Italia en casi mil millones de dólares por los suministros facilitados por estos países.
   En conjunto, la Guerra Civil había supuesto unas pérdidas económicas para España por valor de 35.000 millones de pesetas de 1935.

-          Consecuencias sociales.
Todo el drama humano de la guerra marcó moralmente a la sociedad española de la posguerra y dificultó considerablemente la reconciliación entre los vencedores y los vencidos. Desde el punto de vista militar, la Guerra Civil finalizó el 1 de abril de 1939, pero la paz no terminó de llegar. Durante casi cuarenta años, la paz fue la aplicación de lo que los franquistas estimaban que era su victoria. La Guerra Civil continuó estando muy presente en la memoria colectiva de los españoles, especialmente porque para el régimen franquista era la fuente de su legitimidad. En este sentido, la aprobación de la Constitución democrática de 1978 cerró el capítulo de la Guerra Civil, aunque en los últimos años se está desarrollando un movimiento por la recuperación de la “memoria histórica” que busca el reconocimiento de todos aquellos  represaliados durante el franquismo.