lunes, 13 de febrero de 2012

TEMA 5. LA RESTAURACION

TEMA: EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN. CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA CANOVISTA.

1. El Sistema Canovista: La Constitución de 1876 y el turno de partidos.

            La Restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, se produjo mediante un pronunciamiento militar, protagonizado por el general Martínez Campos, que tuvo lugar en Sagunto el 29 de diciembre de 1874. Sin embargo, el artífice del sistema político de la Restauración fue Antonio Cánovas del Castillo, que hizo firmar en diciembre de 1874 al príncipe Alfonso el “Manifiesto de Sandhurst”. Este documento, publicado en España pocos días antes del golpe militar, anticipaba la Restauración monárquica, que se produjo en enero de 1875.

Los elementos que hicieron posible el sistema político de la Restauración fueron la pacificación del país, una nueva Constitución y la creación de partidos que se adaptasen al juego político.

a)      La pacificación del país.
Esta medida implicaba también la exclusión de los militares de la actividad política. Aunque el nuevo régimen se apoyó en ellos para lograr acceder al poder, el ejército quedó relegado a sus funciones propias, entre las que estuvo el final de la Tercera Guerra Carlista (1876) y de la Guerra de Cuba (1878, Paz de El Zanjón), que constituyeron grandes éxitos para el gobierno de Cánovas.

Sin embargo, el conflicto carlista supuso la supresión de los fueros e instituciones vascas (1876), lo que alimentó el nacionalismo posterior, a pesar de que el País Vasco conservó la autonomía fiscal establecida en los conciertos económicos de 1878. Por su parte, el conflicto en Cuba se reabrió en 1895 y terminó con la independencia de la isla y la guerra con EEUU.

b)      La Constitución de 1876.
Está inspirada en la Constitución de 1845, y fue el documento fundamental del período, permaneciendo en vigor hasta 1931, aunque fue suspendida y vulnerada en varias ocasiones.

La Constitución de 1876 establecía un modelo centralista de Estado (arts. 75, 82 y 83); la soberanía compartida entre el rey y las Cortes (art. 18); que el Catolicismo era la religión oficial del Estado (art. 11); y mantenía la tolerancia hacia otros cultos (art. 11) y la declaración de derechos de la Constitución de 1869 (art. 13). Sin embargo, no existía una clara división de poderes, ya que el rey tenía capacidad ejecutiva (elegía al gobierno, dirigía el ejército y tenía autoridad para disolver las Cortes) y capacidad legislativa (derecho de veto, iniciativa legislativa). El rey era el árbitro del sistema. El gobierno necesitaba la confianza del rey y de las Cortes.

En cuanto a las Cortes, eran bicamerales (art. 19). El Congreso (arts. 27 y 28) era elegido por sufragio censitario, y desde 1890 por sufragio universal masculino. En cuanto al Senado, una parte de sus miembros eran elegidos por la corona, lo que garantizaba la presencia de las oligarquías, y otra parte era elegida por sufragio censitario, es decir, por los mayores contribuyentes (art. 20).

c)      La creación de partidos políticos.
Se trataba de configurar dos fuerzas políticas que aceptasen las reglas del juego y pudieran alternarse en el gobierno:
  • El Partido Conservador, liderado por Cánovas primero (hasta su muerte en 1897) y por Silvela después. Aglutinó a liberales moderados, a miembros de la Unión Liberal, a progresistas e incluso a católicos tradicionalistas. Políticamente los conservadores se situaron en la derecha moderada.
  • El Partido Liberal (fundado en 1880 como Partido Fusionista), liderado por Sagasta, que representó dentro del sistema de la Restauración a la izquierda liberal. Sagasta aceptó la Constitución de 1876 y se atrajo a conservadores desencantados con la política de Cánovas (como el general Martínez Campos) y a antiguos demócratas y progresistas del Sexenio democrático.

d)      El turno de partidos. Fraude electoral y caciquismo.
En el sistema de la Restauración, el candidato a presidente del gobierno debía  ser designado por el rey y contar con una mayoría sólida en las Cortes para gobernar. En caso contrario, obtenía del monarca el decreto de disolución de las Cortes, promovía la convocatoria de elecciones y lograba una mayoría favorable que le permitiera seguir gobernando. El proceso, por tanto, era inverso al de una democracia auténtica, en la que primero se obtiene la mayoría en las elecciones y después se forma gobierno.

De ahí que para garantizar la victoria electoral, cada grupo procedía a la manipulación de las elecciones. El fraude electoral permitía que la decisión del rey de relevar al gobierno tuviera siempre el “apoyo popular” necesario. Cada partido se comprometía a esperar su turno para acceder al poder, por lo que no denunciaba las irregularidades, ya que el sistema beneficiaba a ambos partidos.

Cuando el partido de turno llegaba al poder, se dedicaba a repartir cargos, concesiones y privilegios a sus clientes o amigos políticos. A menudo cada dirigente controlaba políticamente una comarca, a la que estaba ligado por razones familiares o económicas. Cuando había elecciones, movilizaba a su clientela, que presionaba a los electores y a los poderes locales, falseaba las listas electorales, manipulaba los votos obtenidos, etc, para obtener el máximo número de votos en la zona. El conjunto de prácticas fraudulentas en las elecciones recibió el nombre de “pucherazo”.

El Ministerio de Gobernación (hoy Ministerio del Interior) era el organismo encargado de controlar el proceso electoral a través de los gobernadores civiles. Este ministerio se ocupaba de elaborar el “encasillado”, que era el acuerdo entre los conservadores y liberales por el que se decidía antes de las elecciones qué cargos debían recaer en el partido del gobierno y cuáles en el de la oposición.

Los políticos que realizaban estas prácticas fraudulentas para obtener votos eran los denominados caciques, que llegaron a ejercer un poder paralelo al del Estado. Este sistema, conocido como “caciquismo”, conseguía que un sector importante de las clases populares no acudiera a votar en las elecciones, ya que las consideraba una farsa inútil. En muchas circunscripciones rurales ni siquiera se llegaba a proponer un candidato alternativo al que presentaba el cacique. El caciquismo era más eficaz en las áreas rurales que en las urbanas.

2. Evolución política durante el reinado de Alfonso XII (1874-1885) y la Regencia de María Cristina (1885-1902).

            2.1. El reinado de Alfonso XII (1874-1885).

a)      El Gobierno de Cánovas (1875-1881).
El gobierno de Cánovas llenó prácticamente la segunda mitad de la década de los 70, etapa caracterizada por el dominio del Partido Conservador. La acción de gobierno, hasta 1880, se centró principalmente en el reforzamiento del control del Estado según lo establecido en la Constitución de 1876. Sus actuaciones más importantes fueron el final del conflicto carlista y las reformas administrativas y políticas.

En cuanto al final del conflicto carlista trajo como consecuencia la reforma del régimen foral. Los fueron vascos fueron modificados o abolidos en parte porque la consolidación del Estado liberal traía consigo la necesidad de unificar legalmente el país. La acción más importante fue el establecimiento de conciertos económicos especiales, que todavía perduran. Esto representaba una importante autonomía en materia económica y de hacienda para las provincias vascas. Según esta fórmula, los impuestos no los cobraba la Hacienda del Estado, sino las diputaciones vascas, quienes aportarían después a las arcas del Estado el cupo acordado como contribución a los presupuestos generales.

En cuanto a las reformas administrativas y políticas trataban de reforzar el control del Estado sobre todos los aspectos de la vida del país. Las principales actuaciones fueron:

  • Ley de Imprenta de 1879. Esta ley consideraba delito cualquier crítica a la Monarquía o al sistema político de la Restauración. Igualmente, se cortó en muchos aspectos la libertad de cátedra de los profesores de enseñanza secundaria y universidad. En contra de este ataque a la libertad de cátedra se fundó la Institución Libre de Enseñanza.
  • Ley Electoral de 1876. Establecía un sufragio censitario muy restringido, en el que votaba escasamente el 5% de la población española.
  • El control de los ayuntamientos (ley de 1876). Se daba a los gobernadores civiles la capacidad de aprobar los presupuestos municipales, y a la Corona el nombramiento de los alcaldes de las localidades de más de 30.000 habitantes.
  • Los sindicatos y asociaciones obreras, que habían sido prohibidos en 1874, continuaban estando prohibidos.

b)      El gobierno de Sagasta (1881-1884).
En 1880 se fundó el Partido Fusionista, que pronto pasó a llamarse Partido Liberal. Se formó a partir del partido progresista, y bajo el liderazgo de Sagasta. Sus miembros aceptaron la Monarquía y la Constitución. Este partido sería la pieza fundamental prevista por Cánovas en el sistema de partidos dinásticos que se turnaban. La alternancia en el gobierno se inició en 1881, con la llegada de los liberales al poder.

La tensión que generaba la política de restricciones de Cánovas todavía se dejó sentir durante el primer gobierno de Sagasta, a pesar de que se anularon algunas de ellas, especialmente las que recortaban la libertad de expresión y de cátedra. Sagasta permitió incluso que las asociaciones obreras y republicanas se reunieran con libertad, aunque no se atrevió a instaurar el sufragio universal. Durante su gobierno se produjeron 3 hechos que precipitaron su caída y dieron paso a un nuevo gobierno conservador:
·         Los sucesos producidos en Andalucía, en torno a “La Mano Negra”. Según la policía, esta era una organización que pretendía realizar acciones terroristas contra los terratenientes. Fuera o no cierto, esto dio un pretexto para condenar indiscriminadamente a los dirigentes anarquistas andaluces.
·         La huelga de tipógrafos de Madrid de 1882, en la que apareció por primera vez el Partido Socialista Obrero Español, fundado por Pablo Iglesias en 1879.
·         El intento de pronunciamiento republicano de 1883, reprimido muy duramente por Sagasta. Tras este pronunciamiento, el rey encarga gobierno a Cánovas en 1884.

En noviembre del año 1885 se produjo el fallecimiento de Alfonso XII, con 28 años, por procesos relacionados con la tuberculosis. 

            2.2. La regencia de Mª Cristina de Habsburgo (1885-1902).

            Tras la muerte de Alfonso XII asumió la regencia su segunda esposa, Mª. Cristina de Habsburgo. El rey dejaba dos hijas menores de edad y a una esposa embarazada de 3 meses. El peligro de descomposición del sistema de la Restauración se solucionó gracias al acuerdo entre Cánovas y Sagasta en el que decidieron apoyar a la regente, facilitar el turno cuando cualquiera de los partidos gobernantes perdiera la confianza de la regente y no abolir la legislación aprobada por el otro partido durante su gobierno. Estos acuerdos se conocen como Pacto de El Pardo (1885).

a)      El Parlamento Largo de Sagasta (1885-1890).
Este es el gobierno formado por Sagasta justo después de la muerte del rey, y se puede ver claramente en el cuadro. El nuevo gobierno fue posible por la unión de 3 factores: por la circunstancia excepcional de la muerte de Alfonso XII, por el Pacto de El Pardo y por la disposición favorable de Cánovas. La labor reformista de este período se concretó en las siguientes medidas:

  • La reforma militar que pretendió instaurar el servicio militar obligatorio, eliminando la redención del servicio militar a cambio de dinero, de forma que la mayor parte de los soldados que lucharon y murieron en Cuba y Filipinas pertenecían a las clases populares. La reforma no pudo prosperar al oponerse a ella gran parte del ejército y del gobierno.
  • Ley de Asociaciones de 1887, que hizo posible que las organizaciones obreras fueran legalizadas.
  • Ley de Sufragio Universal de 1890.
  • Código Civil de 1889, que será una de las piezas claves del Estado Liberal. Este Código Civil consagraba legalmente un orden social fundamentado en la primacía del derecho y de la propiedad individual.

b)      España hasta el final de la regencia.
En los últimos años de la regencia se altera notablemente la estabilidad que había presidido el Parlamento Largo. Cánovas murió asesinado en 1897 por un anarquista, con lo que desaparece uno de los ejes fundamentales del sistema. A Cánovas le sustituye Francisco Silvela en la jefatura del Partido Conservador, y en los primeros años del reinado de Alfonso XIII, Antonio Maura. El Partido Liberal de Sagasta tuvo que sufrir la humillación de la derrota de 1898 frente a EEUU. Sagasta murió en 1903, momento en el que el partido empezó a dividirse en varias tendencias.

El régimen sufrió un duro varapalo con la desaparición de ambos personajes, pero iniciaría con los nuevos otra etapa que, bajo el reinado de Alfonso XIII, vendría determinada por un nuevo pensamiento y una nueva actitud, el regeneracionismo.

OPOSICIÓN POLÍTICA AL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN (1874-1902).

            El sistema de la Restauración se benefició de la debilidad de la oposición, compuesta por un heterogéneo grupo de formaciones que pueden clasificarse en movimientos antidinásticos y en corrientes nacionalistas.

a)      Los movimientos antidinásticos.

·         Los carlistas. Se encontraban a la derecha del sistema. Tras su derrota en 1876 se dividieron en dos grupos: los que rechazaban el régimen y no colaboraron con él, y los que creyeron más conveniente formar un partido político y luchar dentro de la legalidad. El primer grupo, conocido como corriente integrista y liderado por Ramón Nocedal, se enfrentó al pretendiente carlista y fue expulsado del partido (1888), caracterizándose por ser profundamente intransigente con el liberalismo.
·         Los republicanos. Se encontraban a la izquierda del sistema, y estaban muy desunidos tras el Sexenio democrático. Castelar lideraba el grupo de los “posibilistas”, que colaboraron con el partido de Sagasta dentro del régimen, lo cual constituía la única opción posible, según creían. El grupo encabezado por Ruiz Zorrilla, sin embargo, organizó un pronunciamiento militar que fracasó (1886). Salmerón dirigía a los partidarios de una república unitaria, mientras Pi y Margall lideraba a los partidarios de una república federal. Ambos grupos republicanos tenían gran influencia entre las clases medias y los trabajadores urbanos.
·         El movimiento obrero. Estaba dividido en dos grandes tendencias: el anarquismo y el socialismo. El anarquismo  se oponía a la participación política y se escindió en dos grupos: los partidarios de sindicatos legales y los que practicaban el terrorismo individual. Las actividades de estos últimos provocaron una durísima represión en Andalucía a raíz de los atentados de “La Mano Negra”, y también en Cataluña, donde tuvieron lugar numerosos atentados, como el del Teatro del Liceo (1893). El propio Cánovas fue asesinado en Madrid en 1897 por un anarquista italiano. El socialismo, por otro lado, estaba encarnado por el Partido Socialista Obrero Español, fundado en 1879 por Pablo Iglesias, junto con su rama sindical, la Unión General de Trabajadores. El PSOE pudo legalizarse y celebrar su primer congreso en 1889. Desde 1890 conquistó diversos puestos en elecciones municipales y alcanzó relativa influencia entre la clase obrera (Vizcaya, Asturias y Madrid sobre todo). Sin embargo, la fuerza del movimiento obrero era bastante escasa y minoritaria.

b)     Los movimientos nacionalistas.

            A la oposición al sistema se sumaron los regionalismos y nacionalismos, cuyos objetivos eran, en algunos casos, moderados, como la creación de instituciones propias o la consecución de autonomía administrativa para las regiones, y en otros, más radicales: lograr la independencia de sus territorios, a los que consideraban auténticas naciones. Entre ellos destacaron el nacionalismo catalán y el vasco, y en menor medida el regionalismo gallego y valenciano.

·         El nacionalismo político catalán.

Surgió durante el Sexenio democrático, representado por el federalismo, que reivindicaba una Cataluña integrada en un conjunto de estados españoles federados. Ya durante la Restauración, el político Valentí Almirall fundó el Centre Catalá (1882) para aglutinar a todos los catalanistas. Sin embargo, otros escritores y pensadores eran partidarios de un nacionalismo catalán de signo tradicionalista, rural y antiliberal. La Unió Catalanista intentó unificar todas las tendencias en torno a la burguesía nacionalista, ilustrada pero conservadora, y promovió las Bases de Manresa (1892), un documento que recogía el primer programa explícito de catalanismo e incluía un proyecto de Estatuto de Autonomía de carácter conservador y tradicionalista. Sin embargo, hasta el inicio del siglo XX no se formó el primer gran partido catalanista, la Lliga Regionalista, liderada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó (1901).

·         El nacionalismo político vasco.

Reivindicó la defensa de los fueros perdidos y rechazó el proceso de industrialización porque fracturaba y erosionaba la sociedad tradicional vasca. Así, en su origen, el nacionalismo vasco identificó el capitalismo y el centralismo con lo español y señaló a los inmigrantes o maketos como los culpables de la degradación de la raza vasca a causa del mestizaje. Esta tendencia se inscribía en una línea de pensamiento católica y antiliberal que se resumía en el lema “Dios y ley vieja”. En 1895 Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco como instrumento de defensa de estas ideas. A partir de 1898, el nacionalismo vasco osciló entre el independentismo radical y la integración autónoma del País Vasco dentro de España. Será a partir de 1903, tras la muerte de Arana, cuando el PNV adopte postulados más moderados, reclamando algún tipo de autogobierno que no implicara la ruptura del País Vasco con España.